Se suele decir que en esta vida solo hay un verdadero fracaso: la incapacidad de intentarlo. Así el señor Mas, una mañana cuando se  acercaba la Diada, vio que el peso  de recomponer los jirones de lo que un día fue una de las regiones más ricas de Europa, después del paso del Katrina, digo del Tripatirto, aumentaba sobre sus hombros, con lo que pensó ¿por qué no intentarlo?

Así, como si fuera un marinero buscando vientos, sacó su dedo, se lo metió en la boca y lo extendió para notar el frescor y  ver de  dónde venía el asunto. Con el temor de que alguno cogiera su dedo y  se lo metiera por otro sitio, empopó hacia la corriente favorable y se lanzó a la arena.

Pero la arena, como la vaca, no era una arena cualquiera, mataba moscas con el rabo,  que arena más salada, dolón dolón. Era una arena, soberanista e independentista, con gente muy respetada y respetable, batiéndose en ella y considerando  que existe una solución independentista para Cataluña, digo Catalunya  (cachis, se me ha escapado la ñ, en qué coño estaría yo pensando).

“Son buena gente que viven, laboran, pasan y sueñan” y que  cada mañana, van a su trabajo, a su pequeña empresa, a la cola del paro. Para ver,  observar  y sufrir como una gran parte de su esfuerzo y de sus penurias se escapan por el sumidero del “café para todos”.

“Café para todos”,  ese inmundo albañal del macro estado sin sentido con que nos han dotado los partidos políticos, para mayor gloria de estómagos agradecidos, tragones de las fiestas, e incapaces que perdieron cargos pero no sueldos y que año tras año, elección tras elección crece y crece, pese a que la arqueta ya no traga tanta porquería, y la mierda campa a sus anchas, emponzoñando  nuestras vidas, que no las suyas.

Y claro, ese humilde catalán, hijo de andaluces o de extremeños,  ve el cielo abierto, cuando alguien le dice que la culpa es del otro,  que  han expoliado su tierra, que los cuartos se van para Madrid, para Gijón, para Jaén, para tantos y tantos y  para tantas y tantas salidas del mencionado desagüe de aguas fecales, que no se explica cómo somos tan tontos y tontos  para seguir aguantando esto.

Y a él, a ese humilde catalán, como a usted, como a mí como a cualquiera, qué más le da que el país se llama España, se llame Cataluña, Mediterranéa o como quieran llamarlo. Él, usted, yo cualquiera, lo que quiere es vivir en paz, poder levantarse cada mañana, ir a trabajar y luchar, vivir y aprender y que su dirigentes no le roben ni le tomen el pelo. Es más creo, que tanto yo, como usted, si estuviéramos en Catalunya y viéramos lo que ellos ven, seguramente también seríamos independentistas. E incluso en ocasiones, nos dejaríamos  manipular por personajillos como Más, primo de Rajoy o Rubalcaba, observando como la “la Esperanza”, después de  ganar en el Casino pasa a segunda fila, dejándonos huérfanos de soluciones para unos o de humo para otros. Que la fuerza os acompañe.