Hace tiempo que quiero hablar de lo que ocurre en mi pueblo. Sí, mi pueblo, porque como ya he dicho muchas veces, los de Sacedón somos tan chulos, que algunos nacemos en Toledo (este dicho nos lo copió un pueblo de las afueras de Sacedón, que no tiene río sino ría: Bilbao).
Y llevo tiempo queriendo hablar por el expolio que sistemáticamente sufre año tras año y generación tras generación. Para ello nada mejor que hacer un rápido repaso a la historia sacedonita (me gusta más este gentilicio no reconocido y que bien puede marcar el hecho diferencial de un pueblo, que algún día será, sin duda alguna, capital de provincia).
El
expolio al que me refiero comenzó allá en los lejanos tiempos de los años cincuenta, en los que el General Franco era conocido como “paquitopantanos» e inauguraba un embalse tras otro (en este caso, no sabemos si sería él o su doble, como genialmente parodió Antonio Mercero en “Espérame en el cielo»).
Desde entonces, las mejores tierras de Sacedón y su provincia quedaron sumidas bajo las aguas de Entrepeñas y Buendía con lo que sus habitantes, después de trabajar en la construcción de sus presas, tuvieron que buscarse literalmente la vida trabajando en las obras de la Nuclear de Zorita y de lo que luego sería su propia ruina: el Trasvase Tajo-Segura (e incluso algunos tuvieron que emigrar al ver sus pueblos inundados como Santa María de Poyos o La Isabela).
Los sacedonitas adaptaron su economía al turismo que el agua de los pantanos les brindaba, creando con su buen hacer una industria turística, tanto popular, con 60 ó 70 autobuses todos los fines de semana llegando desde Madrid a la Playa de Sacedón, como más refinada, a base de construir casitas y mansiones en sus orillas, pudiendo indicar entre sus exponentes de esta segunda vía a la mismísima Duquesa de Franco, a la postre hija del dictador y su esposo el Marqués de Villaverde, cuyos descendientes aún mantiene su “casita» con embarcadero y todo.
Pero una gran oscuridad se cierne sobre la comarca. Aquel proyecto de la II República (Plan de Mejora de Regadíos de 1933) de comunicar las cuencas del Tajo y Segura, finaliza con el primer envío de agua el 31 de marzo de 1979.
Desde tan fatídico día, la única solución que se ofrece a la zona, además de promesas y proyectos incumplidos, es su progresivo empobrecimiento una vez finalizan las obras de la Nuclear de Trillo y comienzan a asomar, año sí año también, las descarnadas y anaranjadas márgenes de los embalses y a desaparecer los turistas que iban allí en busca de un idílico entorno que poco a poco va desapareciendo.
Gobiernos de uno y otro signo sucedieron al de la UCD, tanto en el Estado como en la Comunidad Autónoma o en el propio Ayuntamiento, pero ninguno ha conseguido, los unos por no poder y los otros por no querer, que cese el expolio. Total, otro más en un país, que a este paso va a convertirse en la tumba de Benedicto XVI, puesto que desea morir como lo hizo Jesucristo: rodeado de pobres y de ladrones.
Que la fuera os acompañe.