En fin de semana cualquiera, dos emprendedores decidieron poner en marcha su emprendimiento. Se había decidido e iban por todas.
Ambos tenían una edad parecida, una preparación muy similar y ambos eran muy trabajadores y tenían “las pilas cargadas a tope”. Los dos querían hacer de su emprendimiento su forma de vida, sabían que a base de esfuerzo podrían llegar muy lejos.
Hace poco, esos dos empresarios se encontraron de nuevo, había pasado ya un año desde aquel fin de semana en que decidieron poner su negocio en marcha.
Sus vidas seguían teniendo muchas cosas en común, estaban casados y de hecho acababan de ser papas y coincidieron en la sala de espera del hospital de Guadalajara, en el día más importante de sus vidas.
Ambos seguían al frente de sus negocios, pero había una diferencia.
Uno de ellos, tenía el control de su empresa, conocía sus números cada semana, sabía si ganaba o perdía y si tenía una duda o algún problema, podía contactar con su despacho profesional en cualquier momento.
Si quería contratar o despedir a un trabajador, estaba informado siempre de los pros y los contras del como y el por qué hacerlo. Y además estaba siempre informado de todas las novedades importantes para su negocio. Podía estar allí tranquilamente.
El otro, en cambio, apenas conocía sus números, trabajaba un montón de horas, cada vez que tenía un problema con sus facturas, con sus impuestos o con sus trabajadores, no podía contactar con su asesoría.
Una llamada, tras otra llamada y luego otra: nada. Se enteraba de lo que tenía que pagar el último día y a última hora. Si había algún cambio normativo, lo sabía por Google o por “su Kuñao”. A los nervios propios de su primer hijo, se le añadían los de la inquietud por su empresa.
¿La diferencia?
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¿Te has preguntado cuál es la diferencia en la vida de estas dos personas? Como he dicho al principio, no es la inteligencia, ni el talento, ni la dedicación, ni el esfuerzo o los medios que tuvieron.
No es que uno quiera ganar y el otro perder.
No es que uno tenga «buena suerte» y el otro «mala suerte».
Por fortuna, no tiene nada que ver con eso. La verdadera diferencia es la Asesoría que cada uno tiene contratada.
Y por eso he pensado en ti, no porque me contrates a mí, sino para que reflexiones y pienses que si tienes una empresa o un proyecto, busques una Asesoría con la que sepas tus números, sepas si ganas o si pierdes y no tengas que salir corriendo porque tienen que pagar un impuesto con el que no contabas el último día.
Que busques un despacho al que puedas llamar por teléfono, por WhatsApp o mandar un e-mail y sentirte atendido y acompañado.
Que tu Asesoría esté a tu lado tanto en el momento de la contratación de un trabajador, como si llega el caso de despedirle y que te mantenga informado de todas las novedades que afecten a tu negocio en todo momento.
Si hoy después de lo que ha caído, no tienes eso, hazme caso y búscalo, tu vida, tu negocio y lo de todos los que dependen de ti, es muy importante, como para no tener esto bien cubierto.
Si quieres ver como hacemos esto en mi empresa, no dudes en contactar conmigo y para terminar recuerda, que la fuerza te acompañe.
Que la fuerza te acompañe