George Bernard Shaw, ganador del Nobel de Literatura (1925) y de un Óscar  (Pigmalión 1938), dijo a punto de morir,  “de poder reencarnarme, lo haría en la persona que hubiera querido ser, pero que nunca fui”.

Y todo ello, porque el genial irlandés, no descubrió su vocación. No obstante, aquí hay miles de personas que pueden presumir de  haberla descubierto y dedicarse a ella cada mañana, cada tarde y casi cada minuto de su existencia: los Autónomos.

Esta especie, cada vez más extraña,  es una derivación avanzada del ser humano, que se declara (al más puro estilo IKEA) como una república independiente de su propia empresa. Y cada día, antes de levantar la persiana de su negocio o de ponerse el mono de trabajo, llevan pensando desde la noche anterior,  en su próximo paso, para continuar con la  encarnizada lucha por la supervivencia.

Existen a su costa y a la de todos, un montón de políticos y politiquillos, cargos y carguillos. Muy por encima de ellos en la cadena alimenticia y económica, pero muy por debajo en la moral. Ingeniándoselas en complicarles cada día un poquitín más la existencia. Como si no fuera ya difícil de por sí, el atinar con lo que vale el café, renegociar el alquiler, elegir la tarifa del móvil, cambiar de proveedor de la harina o atraer más clientes. También han de estar lidiando con los nuevos criterios en el IVA, la LOPD,  las  comunicaciones electrónicas, nuevas licencias de apertura, cambios en la base de cotización, y un largo etcétera de complicaciones, complicadas y añadidas a las de la mera supervivencia empresarial.

Cuestiones estas, además, que se les plantean, como si fueran gerentes de una multinacional. Cuando las más de las veces, están sol@s con sus cónyuges o con apenas uno o dos trabajadores.

Con todo, mes tras mes, año tras año, van descubriendo que su tiempo libre cada vez es menor,  que sus ahorros (si alguna vez los hubo) van desapareciendo. Igual que su salud, puesto que al fin y al cabo, no conocen lo que es cogerse baja alguna y muchas veces no paran, ni para ir al médico.

Estoy hablando de la generación de los A.A., esto es los Auténticos Autónomos. Los A.A., barren la tienda cuando terminan, colocan su almacén, están pendientes de apagar las luces y a veces hasta cambian el aceite de la furgoneta, porque no hay para más.

Los otros, los que hubo este tiempo atrás, los  de destajos a “seis mil napos el mes”, eran otro tipo de  “falsos autónomos”. Muchos de ellos podrían ser considerados, como  piratas de la actividad. Piratas que hoy en día, siguen con “el parche en el ojo y la pata de palo, de un barco que tuviera por bandera…” (Sabina dixit), haciendo la vida imposible, de  estos A.A., que casi siempre intentan estar dentro del orden establecido, mal que les pese. 
Que la fuerza os acompañe.