Es un domingo y  por fin estoy  solo, Viri y los niños marcharon a Pontevedra. Acabo de terminar  en el despacho y me decido a pasear.

Elijo la zona norte, es  un paseo de losetas de piedra, colocadas encima del césped. Robles, sauces y prunos luchan contra el sol y al final del recorrido una encina. Pero no una encina cualquiera, es mi encina, la Encina Mariana.

Me siento y me quito los náuticos y los calcetines, siempre me gustó el contacto del césped con los pies. Si, alguna vez lo intenté pero nunca fui capaz de decir o pensar siquiera en “pinrreles”, Dios me libre.

Había cogido un Cohiba con la idea de disfrutarlo hasta que empezara la etapa del Tour. No está Contador, estos franceses, que más les dará si tomó o no nada, da espectáculo y es español, leche (con perdón). 
Preparo el puro con un mondadientes, como toda la vida y lo enciendo con un Zippo. Tiene grabado el escudo de España,  constitucional eso sí, que el abuelo fue republicano. 

Suelto  volutas de humo y  miro a través de ellas. Lo hago para pensar, o al menos lo intento, ya que pensar, pensar, lo que se dice pensar, nunca se me dio bien.  

¿Qué he hecho yo para merecer esto? Me creía llamado a sacar a este país de las penurias a que le llevó Zp. Su negativa de la crisis, sus planes E, sus brotes verdes, sus alianzas de las civilizaciones, vamos, sus tonterías. Yo lo pondría de nuevo a crecer, al fin y al cabo, fui un estudiante modélico, número uno de mi promoción.

Además de ganar las elecciones por aclamación, siempre me he considerado persona con mano firme, no obstante,  soy el primer gallego con mando en plaza desde Franco y el primer popular, después de Jose Mari.

Pero todo comenzó a torcerse nada más llegar. Necesitaba una mujer (cuestión de imagen), así que recurrí a Sorayita, venía de dar a luz y eso ya comenzó a complicar la cosa. González Pons,  se pone nervioso porque no tiene sillón ni cartera. Quiero dejar los mandos a Montoro, pero claro, no sabe inglés. Recurro a Luisito,  viene de la banca y es muy bueno, aunque se parece a Lotina,  le dejan un equipo de juveniles y lo desciende a alevines.  En fin un lío.

La idea es soltar estacazos, digo medidas, cada viernes. Suave, suave para ganar en Andalucía. Pero la gente no entiende la reforma laboral (mira que es por su bien) y  las “arenas” se vuelven movedizas y pinchamos.

Luego estalla Bankia, si es que De Guindos venía de Leman Brothers y el auditor no traga. Todo se precipita. La prima que me llevó al poder, se desboca, quien sabe si buscando a mi primo, el que me aconsejó sobre el cambio climático en la en la cumbre con Al Gore.

Necesitamos dinero y Angelita no me entiende, solo exige, exige y exige. Me reboto y ala yo también exijo (al menos lo digo y me lo creo). Llega la hora de la verdad y me mandan una receta, me la traducen al español, aunque en internet la colgamos tal cual nos la manda en inglés ¡para que cambiarla¡

La hija de Carlos, la Andreita  la lía, que genio, si los parados ya saben lo que les espera, el ajo que ella les deseó el agua de toda la vida. 
En fin, todos se enfadan con las medidas, todos menos Alfredo. Él está casi peor que yo y me comprende, sabe por lo que paso.

La Encina Mariana, mira de arriba abajo y piensa que lo mismo daría uno que otro, al fin y al cabo Alfredo y Mariano son dos banderilleros,  tratando de matar a un Miura con los cuernos retorcidos, según reciben instrucciones desde Baviera. Que la fuerza os acompañe.