La tristeza nos invade. Como si se tratara de la mismísima reencarnación de la Casa de la Pradera, llevamos una semana llorando a moco tendido, cuales plañideras.

Por un lado, Ronaldo. La criaturica, está triste y no es de extrañar que nos contagie de su tristeza. Una persona como él, a quien la vida ha maltratado tanto, que lo da todo por el deporte que practica, se esfuerza, lucha, se entrena de una manera desmesurada y llega otro, que se esfuerza la mitad y zas, se lleva los honores.

Si, otro más pequeño, más feote, que encina se esfuerza menos y que sale sin gomina en la fotos y ala, para él los premios importantes y los vítores de casi todo el mundo.  Porque no solo le alaba la prensa de la ciudad de su equipo, sino la prensa propia del “Régimen”, o  sus mismos compañeros. Él, buen compañero donde los haya, humilde como el que más y que con su sola presencia engrandece a su equipo y quienes en él juegan.

Porque al fin y al cabo ¿Qué han ganado sus compañeros que no haya ganado él? ¿Qué ha ganado su equipo antes de que él llegara? Y como se lo agradecen. Los unos apoyando a otros en la elección de premios y el otro pagándole calderilla con la  que a duras penas, llega a fin de mes y encima no se lo quieren subir: “roñosos de mierda”.

Si, está triste, él, que preferiría una vida similar a la de cualquier joven de su edad, allí en su Portugal natal o aquí en la España donde reside, luchando por conseguir un trabajo de 4 horas en un Burger King, por 400 euros al mes,  pese a haber estudiado una carrera y hablar dos idiomas. Pero él, “Tristiano”, no pudo estudiar y por tanto se sacrifica granjeándose la envidia de los demás “porque soy alto, guapo y rico”.

Como tampoco me extraña que Contador, esté triste, igual celebra su casi seguro triunfo en la Vuelta, pero está triste. ¿Cómo hemos podido dudar de él? Si lo suyo fue un descuido, total hacer 800 Kilómetros para comprar carne y no acordarse del sitio. Al fin y al cabo, él ha engrandecido al ciclismo. Él, alumno aventajado del clan “Armstrong/Bruyneel/Eufemiano”. Él que nos ha aportado una cultura que no teníamos, haciéndonos conocer palabras como clembuterol o picogramos. Él, que nos ha enseñado  lo que nuestros ganaderos ponen en la carne y ha abierto los ojos al respecto a aquellos con problemas de erección.

Él, Alberto Contador es un incomprendido. Seguramente habrán de pasar 15 o 20 años, para que nos declare todo el sacrificio que ha tenido que hacer para llegar  a estar donde está. Y también seguramente entonces, nos confiese que lo que hizo, lo hizo obligado por la afición, por la prensa, por todos nosotros. Y claro, entonces le comprenderemos y  dejará de estar triste, igual será tarde para él y para otros. Pero ya no estará triste.

Y yo para no estarlo, sonreiré leyendo noticias económicas, que al fin y al cabo, eso es alegría y más vale una triste sonrisa que la tristeza de no volver a sonreír.  Que la fuerza os acompañe.