“Que mal lo hacen», “si es que roban a ojos vistos», “son todos iguales», grita mi vecina del quinto. Sí, se refiere a los políticos, con sus chanchullos, su engancharse al carro de por vida, su empezar cobrando de concejal en “Arbolillos de Arriba» con 20 años y llegar a los 50 ya con pensión máxima garantizada y paro hasta la jubilación.
Lo que no dice mi vecina del quinto, es que en su casa (comprada con ayuda estatal aunque no tenía derecho a ella) han estado sacando recetas con la cartilla de la abuela toda la vida. No dice que la abuela no cotizó nunca y cobra pensión, pese a que tiene tres alquileres que no declara. Lo que no dice, es que su marido, cada vez que ha podido ha cobrado el paro y ha trabajado haciendo chapuzas. Lo que no dice es que su hijo mayor, cobra una beca porque está empadronado en casa de su cuñada. Lo que no dice es que ella se escapa del IVA cada vez que puede. Lo que no dice, son tantas y tantas otras cosas, que igual nos asustaríamos.
O igual no, porque al fin y al cabo quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Porque aquí, nos hemos creído, que eso es lo que funciona, que porque ellos lo hacen mal, todos podemos hacerlo. Que robar al Estado, a la comunidad autónoma, al ayuntamiento, no es robar, porque como lo que tienen es de todos, creemos que no es de nadie. Que porque el Gobierno haga “donativos» a los bancos, los bancos nos los han de hacer a nosotros. Y tantas y tantas cosas y tantas y tantas creencias, que han configurado la situación como está. Situación que por momentos, vemos que nos puede, que nos aplasta, que se hace con nosotros.
Pero ahí, es donde hemos de cambiar de concepto y levantarnos, luchar, acabar con la mediocridad y buscar la excelencia en cada acción. Huir de esas corruptelas y dar lo mejor de nosotros mismos. Y así, por ese camino, podremos exigir de verdad a los demás, a los que trabajan con nosotros, a nuestra familia y a los que nos mandan. Y cuando les exigimos de verdad, ellos verán en nuestra mirada, en nuestra compostura y en nuestra propia exigencia, que tenemos el alma pura y que al fin y al cabo somos la voz y la base de su conciencia. Que la fuerza os acompañe.