Siempre recuerdo un día, en que un compañero, después de pensarlo dos veces y pedirme disculpas por anticipado, me miró muy serio y me preguntó:
-¿Por qué te dedicas a los impuestos?
Realmente no supe contestarle y de hecho aún hoy, me hago la misma pregunta. Los que trabajamos en esto, sabemos que no es agradecido. De hecho, muchas veces, nuestro trabajo es muy parecido al de los árbitros en el fútbol, lo hacemos bien si pasamos desapercibidos.
Pero sea por lo que sea, alguien se tenía que dedicar a ello. De hecho, este trabajo ha existido de una u otra forma, desde que el ser humano se convirtió en tribu y debía aportar para la supervivencia de la misma. Ya entonces a un lado u otro de la fuerza, existían los asesores tributarios. Se podían encargar de ayudar al jefe de la tribu a requisar parte de la caza, cachiporra en ristre o bien podían tratar de negociar con el jefe una rebaja de dicha parte, quizá también cachiporra en ristre.
Pero con el tiempo, la sociedad evolucionó (o en opinión de muchos involucionó) y llegamos a lo de hoy en día, la enésima reforma fiscal que se atisba por el horizonte.
Reforma fiscal, que nos digan lo que nos digan, traerá de la mano una nueva subida en la carga impositiva. Se nos trata de vender la cuestión, con cantos de sirena, en cuya letra hablan de una bajada en el IRPF. Lo podemos creer o no creer, al fin y al cabo ya sabemos cómo se las gastan los que mandan (cachiporra en ristre llegado el caso). Pero si picamos el anzuelo, al menos deberíamos preguntarnos por las consecuencias que traerá el asunto.
La primera no por obvia, deja de ser positiva: a menos IRPF, más dinero en la calle y por tanto más consumo. Pero vayamos a la segunda, que puede que sea previa a la primera y que plantearemos con una pregunta condicional.
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Si tenemos una bajada del IRPF, con un déficit público descontrolado (nos digan lo que nos digan) y con la “recortadora” ya mellada de tanto actuar, ¿de dónde van a sacar el dinero?
La respuesta a esta pregunta, también es obvia: Baja el Barça, sube el Madrid. Baja el IRPF, sube el IVA. Bien sea subiendo el tipo general del 21 % al 22 o al 23 %, bien reubicando productos de los tipos inferiores al general.
El IVA y quién sabe, si no hará falta subir también los Impuestos Especiales y el IBI. Incrementos que me hace recordar lo que dice nuestra Constitución en su artículo 31.1 “Todos contribuirán al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su capacidad económica mediante un sistema tributario justo inspirado en los principios de igualdad y progresividad que, en ningún caso, tendrá alcance confiscatorio.”
Y es que los padres de nuestra Carta Magna eran unos cachondos, sobre todo cuando colocaron las palabras: justo, igualdad y progresividad. Y no contentos con eso remataron con que no tendrán alcance confiscatorio. Y todo para endulzar esta cuestión y evitar que seamos nosotros, los que vayamos por ellos cachiporra en ristre.
Que la fuerza os acompañe.