No, no voy a hablar del “relaxing cup of café con leche”. Tampoco del patinazo de “los 50 votos seguros” de mi tocayo Pedro J. Ramírez, al que conocí, cuando era director del Grupo 16. De hecho, cuando escriba mis memorias, allá por el 2053, contaré una anécdota en primera persona con una familiar suya, en la calle El Laurel de su Logroño natal.
Pero no me resisto a hablar de “Madridtuentituenti”. Yo no soy un entendido en estos temas, pero aquel que tenga curiosidad, puede leer mi primer artículo al respecto en mayo pasado.
No, no estoy diciendo yo lo sabía o yo lo advertí. Simplemente digo, que si yo, que no tengo ni “pajolé” de estos asuntos, ya me suponía que no nos iban a dar los Juegos, fundamentalmente por el tema del dopaje ¿no lo sabían los responsables?
Tengo la sensación, de que todo ha sido un “sontenella y no enmendalla”, para mayor regocijo de comisionistas y estómagos agradecidos. Aguantando hasta el final y “vendiéndonos la moto” de que era más que posible, para luego aducir a excusas de mal estudiante.
Sigo teniendo la duda de si de verdad teníamos capacidad real para organizar unos Juegos Olímpicos en 2020. También sigo teniendo mis dudas, sobre cómo o con qué íbamos a financiar unos Juegos Olímpicos. Cuando recuerdo, que en 2004 fueron en Atenas y que lo van a estar pagando hasta el 2854, me pongo a temblar y veo como una bendición el resultado de la votación del CIO.
Veo que no hemos aprendido la lección, cuando nos seguimos refugiando en el histórico quijotismo patrio: “somos los mejores, pero solo lo sabemos nosotros, porque los demás, o nos tienen manía o tienen más dinero”.
O aún peor, en la mezquindad de decir que “la única marca capaz de luchar con Tokio y Estambul no era Madrid sino…” ya no me acuerdo como terminaba.
Que la fuerza os acompañe.