“Un tiempo bien organizado es la señal más clara de una mente bien organizada”, esta frase pronunciada por Isaac Pitman hace un centenar de años, está hoy de total actualidad, puesto que desde que estalló la crisis, allá en 2008, nuestros dirigentes ¿nuestra mente?, más que organizar el tiempo han estado tratando de comprarlo.

Alguien pensará en cómo se compra el tiempo.  Supongo que hay varias formas, pero la elegida para el caso, ha sido la de posponer dolorosas decisiones, tomando  otras menos traumáticas en este momento, aunque a la larga las nos resulten más gravosas, que las que debieron ser tomadas. Lo que se conoce vulgarmente como patada hacia adelante y de aquí a un par de años ya veremos.

El problema es que ya han pasado ese par de años y además otro par. Y entre pares y pares, van saliendo nones. Y en ese tiempo “comprado”,  el paro y la pobreza se han disparado.

Si, hemos tenido por un lado el Banco de España, con su insigne Gobernador a la cabeza, sacando pecho, cuando otros sistemas financieros (Irlanda o Islandia) pasaban dificultades.

Por otro lado, el gobierno, con los  “dosmilquientos” por nacimiento, los “cuatrocientos” porque sí o los  planes E, porque había que llenar España de carriles bici y pistas de pádel.

Y para terminar, “nuestras”entidades financieras penando, con las cajas que primero  se hicieron  SIP, luego bancos, luego salieron a bolsa, luego algún amiguete al mando para ganar sueldos millonarios y mandar mensajes de tranquilidad (test de estrés).

 No ha pasado mucho tiempo (pares, pares y nones) y nos encontramos, con que de aquellas dádivas (“dosmilquientos o cuatroscientos”) nada queda, que los carriles bici  están sin pagar y que los balances de “nuestras” entidades financieras dan auténtico pavor.

Movimientos de sillones, ruido de sables, una reforma financiera en febrero, otra “definitiva también” el pasado viernes. Mientras se reduce drásticamente el Estado del bienestar a la vez que se mete dinero público a chorro  disfrazado de fondo con palabras rimbombantes, hacia esas entidades financieras, las “nuestras”. Responsabilidad: de nadie, todos silban y miran para otro lado.

 Ergo no nos engañemos, no es solo Bankia. Basta con  pasarse por cualquier ciudad española y ver moles de edificios sin acabar, suelo urbanizable sin  urbanizar (alguno con sus columpios nuevos y todo) o edificios terminados sin habitar. Todo ello con un valor en balance de “aquellos maravillosos años”.

Valor “de” y en “el”  Balance, en mayor o menos medida de todas y cada una de “nuestras” entidades, con cursiva y entrecomillado, porque  ahora que pierden son “nuestras”. Valores irreales e increíbles, valores que ahora damos en llamar “activos tóxicos”.

Activos que hemos de desactivar, si no queremos estar así, con sorpresas, con noticias altisonantes y sobre todo, sin que el crédito fluya y llegue a los pequeños empresarios y a las familias que es lo que termina moviendo a este país. Que la fuerza os acompañe.