En ocasiones la vida se vuelve anodina, sin brillo, como gris. Parece una mala película de miedo. No pasa nada interesante, todo es monotonía, pero nos interesa que pase algo. Esto ocurre muy especialmente en la vida del político. Él está sumido en su mundo,  comisiones, debates, apariciones en prensa, manifestaciones de los contrarios, etc. Su mayor ocupación, es sin duda la de mantener su cuota de popularidad. Al fin y al cabo, en mayor o menor medida, de ello depende el resultado de las próximas elecciones.

Las elecciones, eso ya son palabras mayores. Ahí es donde “está el parné”, el  poder seguir enganchado al carro. Este hace del político un elemento sumamente peligroso (más aún). Ha de destacar, llamar la atención, ocultar noticias desfavorables, potenciar su imagen y su presencia. Con lo que, peligro, le da por cavilar. Trata por todos los medios de elucubrar como acaparar portadas. Es muy posible, que incluso de manera pausada, con todo su séquito de asesores, asistentes y personal diverso a su servicio, no se les ocurra nada coherente que echarse la boca.

 

Y en esas, llega la hora de hablar. Incluso es muy posible que el político rival, haya soltado dos frases grandilocuentes. También muy posible, que haya jugado con los silencios y haya repetido con parsimonia y mayor volumen parte de ellas, esperando el enfervorizado aplauso de sus correligionarios.  En esas el político, tiembla y suda, con lo que de manera espontánea, como si fuera una mutación de la voz y sin encomendarse a Dios ni al Diablo aparece el calentón “verborreico”.

En ese instante, como si fueran palabras sacadas de otra garganta, el político se escucha así mismo prometiendo cuestiones ya descartadas con sus equipos. Aquí es donde lo mismo surge una paga de 400 Euros para todos los españoles, que una tarifa plana de 100 Euros  en la Seguridad Social, que una ayuda por nacimiento. Después tiempo habrá.

Y en ese tiempo que siempre hay y si no se fabrica. El político y su equipo, encajarán con mayor o menor acierto esas palabras dentro de la normativa, aunque la destrocen. Para ello, dará lo mismo que se desencaje el presupuesto o el programa electoral. E incluso si la cuestión chirriara en exceso, el político y su equipo, nos harán entender, que no los entendimos la primera vez, porque no entendemos del asunto.

No obstante, tampoco harán mucho porque les entendamos una segunda o incluso una tercera vez. Puesto que bien pudiere ser, que tuviéramos que volver a entender, que no les habíamos entendido de nuevo, cuando nos manifiestan sin mayor pudor lo contrario.

Y es que, ya había quien decía aquello de “Pero eso sí, con qué destreza esos tahúres de postín, reparten juego con cartas marcadas: nada por allá, nada por aquí, visto y no visto y nos la meten doblada.”

Que la fuerza os acompañe.