El otoño avanza, los días son más grises y más tristes. Nuestras calles acumulan locales cerrados y gentes  hurgando en los contenedores. Son gentes que, como diría mi madre, van al “rebusco», pero no de garbanzos, sino de cartones, comida o lo que se pueda pillar.
Y no, no todos son inmigrantes, que aunque lógicamente también duela, parece que duele menos. Son gentes de aquí y de allá, de todas partes. Gentes que hace apenas tres años, se iban de vacaciones, gastaban ropa de marca o cenaban los viernes por ahí. Gentes como usted, como yo, como cualquiera.

Algunos dirán que están así por mal o por bien,  por malas o por buenas cabezas, por derroches o por malas inversiones, o más bien por males y derroches ajenos que hicieron que terminaran en el paro. Sea como fuere, lo cierto  y verdad es que están/estamos así y por desgracia así se van/nos vamos a quedar. Porque aquí, vivir bien, lo que se dice vivir bien, los menos, los más en lugar de vivir sobreviven/sobrevivimos.

Se harán huelgas, se protestará y se gritará. El margen para la agitación será escaso. Siempre se tendrá la cuerda tensa, para evitar que se desboque el caballo. Si hay que cambiar la normativa en materia de manifestación, congregación, expresión y similares, se hará. Siempre con apariencia de normalidad, siempre con apariencia democrática. Pero no nos engañemos, desde mayo de 2010, España  no está gobernada por los españoles.

Si, elegimos a nuestros dirigentes, para que vivan bien y acaten las instrucciones que  les dan desde otros lados. Ellos asumen su papel: se pavonean, pastan y conducen al rebaño e incluso alguno nos “aWertguenza» de vez en cuando. Nos cuenta medias verdades, soportan nuestras malas caras y actúan conforme a los dictados de otros. Son las marionetas que nos manejan y medran a nuestra costa.

Y nosotros ¿qué hacemos? Simplemente, vemos pasar la vida. A veces cerramos los ojos y pensamos en un lugar paradisíaco del que disfrutaremos más adelante, cuando igual ese lugar le tenemos delante de nuestras narices y pasamos de largo sin verlo.

Intentamos disfrutar con las válvulas de escape que nos dan y en ocasiones incluso también tenemos comportamientos “Wertgonzosos», como el otro día en el Calderón, silbando La Marsellesa.

Silbidos que son una falta de respeto, no ya  a la mano que te da de comer (que también), sino a las miles de personas que durante un tiempo, vieron en esa canción, en su letra y en su música algo más que un símbolo. Esa canción significó para muchos un canto a la esperanza y un grito de libertad en tiempos de opresión.

Grito que, ahora, somos incapaces de ver o vislumbrar. La ESO se llevó mucho conocimiento, la tijera actual aún más. Es lo que interesó y lo que interesa. Casi siempre es más fácil dirigir a personas que se comportan como ovejas que a ovejas que se comportan como personas;  pero  en muchas ocasiones la diferencia entre un borrego y una persona, es más bien escasa como se puede apreciar en cada Telediario. Que la fuerza os acompañe.