Por fin llegó y por fin pasó como un día más. Sin más pena ni más gloria, que ser un viernes entre tantos viernes. Viernes antes de Navidad y por tanto, viernes de recuento de lotería. Un viernes con el único “hecho diferencial”, de que coincidía con el comienzo de las vacaciones escolares. Centros comerciales y los locales de comida rápida, abarrotados de adolescentes y preadolescentes, que entre patatas fritas y “japimiles” aprenden lo que es una nueva navidad, según avanzan sus hormonas y usan una mano para comer y otra para enredar con el móvil.
Y según pasaban las horas de este viernes, descubrimos, que este viernes, como si fuera la muerte de la canción, no era el final. Había variopintos menús de meteoritos, proyectiles, explosiones, invasiones cósmicas y demás cuentos para incautos.
Cuentos que dejaron en algunos lugares a miles de turistas, que buscaban la “montañacuál” o la “rocapascual”, como puntos seguros, con el lógico beneficio para quienes promovían que los que allí se encontraban se iba a librar del apocalipsis, como también hacían por otros lares, sectas y caraduras con muchos incautos.
Y es que esto, es lo que suele ocurrir cada fin del mundo. Pasó con el año 2000 y su efecto, con este fin de los mayas y con el que seguramente se esté “cocinando” en este momento. Nuevo fin del mundo, que será anunciado, con no sé cuántas películas y seguido por los palmeros que pastan y adoran a los que de verdad dirigen en la sombra cada fin del mundo y que son los que se llevan las perras.
No nos engañemos, esto no se acaba, el mundo aguanta y ha aguantado mucho. Aunque hemos de reconocer, que en muchos momentos de su historia, debía de tener unas ganas locas de terminarse. Y no me pongo melodramático, con temas como el dela extinción de los dinosaurios, o monstruos humanos del pelaje de Hitler o Pol Pot. No, me refiero a hechos más cotidianos y que seguramente nos resultaran a todos más cercanos, como la muerte de Chanquete, cada programa de María Teresa Campos, una rueda de prensa de Mourinho, el discurso del Borbón, etc.
Ergo, este mundo, como si fuere el toro aquel que anunciaba las pipas, no se acabará tan así como así. Es duro y fuerte, como si fuera el pellejo de “queseyoque”, con lo que nos traerá ya mismo, la llegada de un nuevo año. Algunos agoreros, nos asegurarán que este será el del final de la crisis, que allá por el lejano cuarto trimestre se creará empleo, que no nos subirán el IVA, que no habrá rescate, que no nos subirán otra vez la luz, que los bancos estarán todos limpitos y peinaditos sin que nos cuesten un céntimos más y que, en resumen, todos seremos más altos (en mi caso con poco) y más guapos (si cabe) que en el año que se acaba.
Por suerte, según se difuminan las intenciones del año nuevo y mi vecina del quinto, abandona las clases de inglés o de pilates, nos olvidaremos de lo que nos han contado y seguiremos como el mundo, sin fin, puesto que hace tiempo que ya acabaron con nuestros principios. Que la fuerza os acompañe.