Corren tiempos difíciles y turbulentos, pero a la vez tiempos de esperanza, de esfuerzo y de mucho trabajo. Gane quien gane las elecciones del domingo y gobierne quien gobierne, creo que, como he manifestado en muchas ocasiones, lo ideal sería que tuviéramos un gobierno de unidad nacional.
Un gobierno formado por miembros de distintos partidos, para que, al grito de todos a una, se tomaran las medidas que se haya de tomar. En la transición, se consiguió bajo el gobierno de la UCD, algo similar con los Pactos de la Moncloa. Son tiempos lejanos aquellos, pero igual, si no se toma ese camino, cuando tratemos de gritar “el todos a una” puede ser tarde y nos tengamos que preguntar ¿Quién mató al gobernador? Con la diferencia que el gobernador aquí, sería nuestro estado del bienestar.
Estado del bienestar, que anda por ahí, como decía la canción: taciturno, hipocondriaco, prisionero en la Arcadia del presente…….
Pero, intentemos pensar, que como dice Joaquín Lorente es gratis, cuales son las causas que han sumido en tal estado al estado (perdón por la redundancia) del bienestar. Todo partió de una crisis financiera en Estados Unidos, crisis que afectó a la economía real, que pinchó la burbuja inmobiliaria, que derivó en una crisis de deuda soberana.
Y como hemos reaccionado a tal situación. Como suelen reaccionar los humanos, según el modelo Kübler-Ross, esto es cinco fases.
La primera fase fue la negación: no había crisis, aquí al menos. De ahí, pasamos a la ira, al enfado por la crisis, porque a nosotros, con lo bien que íbamos, con lo que habíamos sufrido para tener a España donde la tenemos.
Luego pasamos a la fase de negociación, planes E y demás historias, tratando de negociar, de salvar los muebles, que nos han conducido a un aumento de la deuda pública que unido a la descomunal deuda privada, nos han llevado a esos diferenciales con el Bono Alemán de casi 500 puntos básicos.
Ahora estamos en la fase de depresión, un paro descomunal, cierre de empresas, malas perspectivas. Y se supone que próximamente pasaremos a la fase definitiva, la de aceptación.
Si aceptarnos como lo que somos. Un país que ha crecido mucho a base de una financiación que ya no existe, a base de un endeudamiento que ya no tendrá y que por tanto necesitará nuevas vías para crecer.
Pero no nos engañemos, no todo está perdido. Somos un país grande y rico. De esta podemos salir, con esfuerzo, con superación, con la misma ilusión que se salió de crisis anteriores. Es posible que haya una precarización (aún mayor) del capital humano. Es posible que los felices “dosmiles” no vuelvan.
Ahora como hace cerca de 40 años, estaremos pendientes de que nos depara el 20-N. Por suerte por cuestiones distintas. Por suerte, espero que de las urnas salga un gobierno democrático y formado por políticos, no por tecnócratas.
Si por políticos, porque con sus defectos o con sus virtudes, son los que han de gobernarnos. Un gobierno de tecnócratas, es el primer paso hacia el fin de la democracia y el comienzo de la sofocracia. Platón o Cicerón, consideraban la República Aristrocrática, esto es un grupo de intelectuales que, dejando a un lado a la “vulgar masa inculta”, la gobernaban por su bien, basándose para ello en su mayor capacidad y formación. Creo que esto nos suena a todos, lo hemos visto en formas de gobierno como la del III Retch o la del algún otro cuyos nostálgicos celebran algo, precisamente el 20-N. Que la fuerza os acompañe.